Camino del Artista: una no-reseña a cuatro manos
- Dani Mora
- 4 feb 2021
- 5 Min. de lectura
Una de mis estrategias favoritas cuando me encuentro en un bloqueo creativo es abrir un buen libro sobre creatividad. El bloqueo persiste, pero mientras lo leo siento que es solo cuestión de tiempo que llegue la inspiración. Al fin y al cabo, ya he decidido tomar cartas en el asunto.
Por esto mismo me encontraba leyendo El Camino del Artista. Lo compré hace unos meses en Nueva York, en edición inglesa, en una librería de segunda mano. Una hojeada rápida me dejó algunas dudas, pero decidí llevármelo, porque me lo habían recomendado muchos conocidos y valoro la opinión de algunos de ellos. En la portada, el subtítulo en inglés promete una Vía Espiritual a una Creatividad Superior, ilustrado con una montaña nevada, sobrevolada por una bandada de grullas. Por si al lector se le escapan las implicaciones místicas de las altas cumbres, la contraportada aclara que la imagen representa el monte Fuji. ¿Para cuándo una guía espiritual ilustrada por el Moncayo? Por internet, descubro que el editor español decidió renunciar del todo a la orografía e ilustrar el libro con un paso de cebra multicolor (o un boceto de Mark Rothko), y cambiar el subtítulo New Age por algo más nuestro: La Biblia de los creativos reconocida internacionalmente. No pierdo la esperanza de que el Espíritu Santo baje a prestarme algunos chistes.
Antes de continuar, me veo obligado a advertir al lector de que no me dispongo a resumir, reseñar, o juzgar la efectividad del libro. No podría, puesto que no llegué a leer más de la mitad. No es esa la razón para escribir esto, sino algo que encontré al poco de comenzar a leer, y que me pareció mucho más interesante que el desarrollo de mi espiritualidad creativa o mi creatividad espiritual.
Pasados los capítulos introductorios, observo que empezaban a aparecer subrayados y anotaciones a lápiz. Los hay que consideran esto molesto, y evitan los libros usados. Para mí, el libro subrayado —con un mínimo de pulcritud— es muy preferible a su gemelo virgen. Además de llamar mi atención sobre pasajes que tal vez habría pasado por alto, los subrayados y anotaciones establecen una conexión, un extraño diálogo diferido con el anterior dueño. Si el tema del libro es, pongamos, el protocolo en la corte de Guillermo II, uno puede coincidir, admirarse, o confundirse con las observaciones de aquel desconocido sobre los hábitos del Káiser. En cambio, si el tema es un profundo autodescubrimiento espiritual, a través de las anotaciones uno puede llegar a conocer al ser humano detrás del otro lector.
Es aquí donde el libro que, en puridad, debería titularse Mi Ejemplar del Camino del Artista se volvió cautivador. A medida que mi interés por el contenido del libro disminuye, crece mi curiosidad por el desconocido detrás de las anotaciones. ¿Quién era? ¿Qué buscaba en este libro? Está en mi poder servir a Dios o no servirle, subraya en un pasaje. En otro, resalta A veces lo que de verdad queremos es que nos dejen solos, y añade en el margen, de su puño y letra: A veces no quiero devolver las llamadas. Un poco más adelante, subraya: Con el tiempo, si las advertencias son ignoradas y decidimos seguir en la circunstancia que requiere las amenazas de muerte —matrimonio, trabajo, amistad—, el homicidio deja paso al suicidio. “Quiero matarme” sustituye a “Podría matarte”. Estoy enganchado.
Mientras continúo la lectura, me digo a mí mismo que debo ignorar las anotaciones y centrarme en mi propia sanación creativa. Pero a la vez, me aterra que desaparezcan. Por suerte, El Camino todavía guarda algunas sorpresas. El capítulo cinco trata sobre los obstáculos mentales que coartan nuestra creatividad. La autora lo resume mejor: ¿eres autodestructivo? Para encontrar nuestra respuesta, propone una serie de preguntas de introspección, y proporciona algunos espacios en blanco para contestarlas. Solo que mis espaciosno están en blanco. Ante mí tengo varias páginas llenas de frases escritas a lápiz por mi lectora misteriosa.
Porque hace tiempo que doy por hecho que se trata de una mujer. Me digo a mí mismo que es por su caligrafía, pero en realidad es una cuestión de estereotipos. Por sus respuestas, aventuro que tal vez es treinta o cuarentañera, con estudios, viviendo en algún lugar de la costa Este. Infelizmente soltera, o infelizmente casada. ¿La imagino como imagino al público objetivo de este libro, o imagino al público objetivo como la imagino a ella? No sé si es antes el huevo o la gallina, pero sé que, en mi mente, su nombre es Melissa.
Por sus anotaciones aprendo que a Melissa le gusta la fotografía, y le gustaría lanzarse a viajar haciendo fotos. Que le gustaría estar en paz, irse lejos. Le gustaría aprender sobre medicina alternativa. Si no fuera demasiado egoísta, se marcharía y se iría a vivir sola. ¿Pero marcharte de dónde, Melissa, de dónde? La mayor alegría en la vida de Melissa es la conexión íntima con la gente. También es su mayor carencia, una respuesta después. A veces se siente triste porque está sola, hambrienta de intimidad sexual. Quiere rendirse, dejar atrás la culpa. Mudarse a Inglaterra. Tener un entrenador personal. Vivir en una ciudad pequeña. Tejer. Seguir la voluntad de Dios. Hacer el amor todo el día y toda la noche.
Lo admito, mi primera reacción es la sonrisa cínica de voyeur. Pero cuanto más leo, más me veo a mí mismo en sus anhelos y frustraciones. Puede que no comparta su obsesión por montar a caballo o su interés por los templos budistas, pero también tengo mi lista de Cosas que Hacer Antes de Decidir que Es Demasiado Tarde. En mi mente, Melissa encaja a la perfección en el estereotipo de un cierto tipo de mujer, o hasta un cierto tipo de mujer americana. Pero, si alguien leyera mis respuestas a estas mismas preguntas e imaginara a voluntad todo lo demás, ¿no sería yo también un cliché? Melissa es contradictoria, casi hasta el punto de lo irritante. Quiere retirarse a una comunidad espiritual y también tener casas de lujo con caballos y choferes. Dejarlo todo atrás y alcanzar contactos más íntimos. Y yo ¿me contradigo? Sí, me contradigo.
Esta no es una historia con final feliz. Ni siquiera con final. Un par de capítulos más allá, las anotaciones a lápiz de Melissa desaparecen por completo. Tal vez solucionó su bloqueo creativo. Tal vez se fue de viaje, o a montar a caballo. Tal vez empezó a sospechar que todos los capítulos y actividades del libro eran un poco el mismo. Da igual. Sin su presencia, he perdido el interés por continuar. Como Melissa, no completé el Camino del Artista. No conectamos con nuestro Yo creativo, no nos atrevimos a renunciar a nuestros lastres y perseguir nuestros sueños; no dimos un vuelco a nuestra vida. No seremos felices casos de éxito en la próxima edición. Pero lo seguiremos intentando.

Comments